Premios por la paz

'Si vis pacem, sere pacem' o las alternativas en la guerra

Centre Delàs
no a la guerracultura de pazno violencia

En un contexto internacional de incremento de tensiones generadas y reforzadas por la deriva militarista de estados y entidades supranacionales, se hace más necesario que nunca plantearse alternativas a un futuro gestionado por la necropolítica. Así pues, es un momento idóneo para preguntarse, en primer lugar, si es posible un estado sin ejército y, posteriormente, como podemos responder a una duda que surge habitualmente cuando se plantea esta opción: que podríamos hacer ante una situación de agresión internacional?

En primer lugar, tenemos que entender que un ejército se encuentra concebido por la perspectiva de defensa de un estado ante la guerra. Pero, actualmente, las amenazas directas a las cuales se puede enfrentar un estado europeo son más urgentes, diversas e interrelacionadas: el cambio climático, la falta de agua, el hambre, la proliferación de enfermedades, el aumento de los autoritarismos y radicalismos, etc. Como explica Pere Ortega, investigador del Centro Delàs de Estudios por la Pau, ante estas situaciones el ejército tiene poco a hacer para solucionarlas. Esta estructura, entonces, también se encuentra muy alejada de ser eficiente económicamente para una nación, entonces representa unos gastos que superan la frontera del 2% del PIB del estado español, 27.617 millones de euros en 2023, mientras que la ciencia y la cultura solo cooptan un raquítico 1,44% y 0,07%, respectivamente.

Por otro lado, nos podemos centrar en el caso de estudio de Costa Rica, promotor y firmante del TPAN y lo TCA, es un país sin ejército desde 1948 como estrategia fructífera para evitar una escalada militar en sus fronteras. El país presenta las tasas más bajas de criminalidad de toda América Latina y el Caribe en un contexto de incremento progresivo a causa del crimen organizado. Este hecho se complementa con una cifra moderada de paro, siente líder en el índice de alfabetización de la población en su región. Cómo explica Francisco Rojas Aravena, se ha apostado para reinvertir el dinero de los gastos militares en planos educación, salud y recuperación medioambiental.

En último lugar, volviendo al planteamiento inicial sobre el supuesto que un país decidirá atacar o invadir nuestro territorio, podemos considerar que se trata de una formulación un poco tramposa. Una invasión no se da de forma espontánea, un conflicto pasa por varias fases previas en su punto crítico de acción violenta. Por lo tanto, antes de esta etapa, totalmente evitable, los estados poseen varios mecanismos para que un conflicto no escalo y se pueda transformar o resolver antes, como las relaciones diplomáticas, culturales y comerciales, también de aquello que ahora se conoce como desobediencia civil y acción no violenta. Estas acciones se ven reflejadas en ejemplos históricos concretos de respuestas pacíficas a conflictos políticos y ocupaciones militares, por ejemplo, como se indica en el Informe 61 del Centro Delàs, en 1923, durante la ocupación francobelga de la región del Rhur, el gobierno de la zona fomentó la resistencia civil basada en la no cooperación no violenta y desobediencia ante las órdenes de los ocupantes, obligándolos a retirarse tiempos después por el desgaste de las tropas ante la dificultad de gestión. O el caso de Checoslovaquia durante la ocupación por las fuerzas del Pacto de Varsovia en 1968, donde la población se organizó para producir un gran movimiento de resistencia civil no violenta, desarrollando todo un decálogo de estrategias que iban desde la utilización de mediados de comunicación clandestinos, el sabotaje de señales de tráfico y la negativa de alimentar a los soldados, provocando una desmoralización masiva, dudas, desobediencia y deserciones. Así mismo, la respuesta de Costa Rica, desde la revolución, frente a agresiones internacionales ha consistido a solicitar ayuda diplomática de organismos supranacionales, OEA y ONU, y la aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca.

Para finalizar, las investigaciones de Erica Chenoweth sobre conflictos con campañas de resistencia tanto armada como no violenta demuestran un mayor éxito de aquellas no violentas, un 53% de los casos, delante al 26% en el caso de campañas armadas en los mismos años. Entonces, podemos afirmar que la solución militar a los conflictos no es la única, ni mucho menos la más efectiva, haciendo evidente la necesidad de transitar de la máxima “si vis pacem, para bellum” a “si vis pacem, sere pacem”.


Contenido relacionado

La espiral belicista de Europa y las izquierdas que no lo son

militarismoseguridad humana

Queremos distensión, no disuasión

no violenciaconflictosno a la proliferación