Pacifismo

Informe 61: «Contra las guerras: Argumentos y alternativas. A propósito de la Guerra de Ucrania»

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La guerra de Ucrania convirtió un conflicto social en el país y armado en la frontera con Rusia, en una guerra convencional después de la invasión en 2022, contraviniendo el derecho internacional de respeto a la soberanía territorial de los Estados. Esta guerra, como todas las que suceden en territorio de países occidentales, despertó nuevos, y viejos debates, en el seno de nuestras sociedades a diversos niveles. Cuestiones como los modelos de defensa, la implicación de nuestros países en guerras en terceros países, el comercio de armas, el papel de organismos internacionales en los conflictos mundiales y la configuración de la geopolítica mundial, asaltaron de nuevo las noticias y
debates de nuestras sociedades.

El fin de este informe es posicionarnos contra esta guerra, y contra todas las guerras. Lo hacemos en base a algunos de los argumentos, debates y narrativas que, de manera más habitual, se dan en la sociedad cuando estalla una nueva guerra. Con ellos buscamos confrontar el relato hegemónico belicista, aportando algunas de las reflexiones, éticas y políticas, de las que nos dota el pacifismo político. Siendo conscientes de que no podremos abordarlas todas en una publicación de estas características.

SOBRE LA JUSTIFICACIÓN DE LA GUERRA

■ El pacifismo político resalta dos ideas esenciales; que la guerra es, en sí misma, una injusticia, por lo que no entra a debatir escenarios en que la guerra pueda estar justificada. Y afirmar la necesidad de una coherencia entre medios y fines. Es decir, no se puede lograr la justicia por métodos que no sean, asimismo, justos.
■ La arquitectura jurídica de Naciones Unidas concentra el poder de decisión en el Consejo de Seguridad de la ONU. En él los permanentes poseen derecho de veto con el que pueden impedir que se adopten resoluciones contrarias a sus intereses. En ese sentido, los cinco países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU se sitúan de facto en una posición de impunidad similar a la que ocupaban los monarcas absolutistas en relación con las leyes que ellos mismos dictaban.
■ Existen diversas experiencias de invasiones militares que no han sido respondidas militarmente, sino de manera noviolenta. Entre ellas, las más exitosas: las desarrolladas por las poblaciones de la región del Ruhr de Alemania tras la invasión de Francia y Bélgica en 1923; la de Dinamarca y Noruega en 1940 tras la invasión nazi; y en Checoslovaquia en 1968 tras la invasión de las tropas del Pacto de Varsovia y la URSS.
■ Ante discursos que explican que, con las guerras, occidente está defendiendo los valores liberales y aportando democracia y libertad a países como Ucrania (o Irak, Afganistán, Libia, Siria y tantos otros) cabe, simplemente, observar los indicadores de estos países, que no han mejorado en términos de incrementos de libertad para las mujeres, mayor igualdad, o seguridad en términos de vivienda, alimentación, salud o educación.

SOBRE LAS ALTERNATIVAS A LA GUERRA

■ Las tres repúblicas bálticas desarrollaron en 1991 planes de resistencia civil no armada frente a la posibilidad de ser invadidas por un ejército regular. El Gobierno de Lituania elaboró un plan de resistencia civil basado en la no cooperación y la desobediencia; en Letonia se creó un Centro de Resistencia Noviolenta, con recomendaciones para una posible agresión militar; en Estonia el gobierno elaboró un manual donde se daban instrucciones concretas a la población civil para resistir en caso de invasión.
■ Diversos estudios apuntan a un mayor éxito en el logro de objetivos políticos a la resistencia y movilización no violenta que a la armada. Entre 1950 y 2014, de 268 campañas estudiadas, 153 violentas y 115 de resistencia civil, el 51% de las de resistencia civil son exitosas frente al 30% de las de lucha armada. Por tanto, una sociedad civil bien organizada puede resultar un serio desafío y una amenaza para el poder y las autoridades.
■ Tras las guerras, los acuerdos o pactos imponen a unos la voluntad de los otros. Los conflictos, en cambio, pueden resolverse mucho mejor mediante soluciones dialogadas planteadas desde la voluntad de entender hacer concesiones, las soluciones duraderas de los conflictos casi nunca llegan desde planteamientos basados en vencer al otro.
■ Ante cualquier conflicto, es necesario analizar la responsabilidad de los gobiernos que lo permitieron por acción o inacción. En el caso de la llegada al poder de personajes como Hitler, se deben analizar las causas que lo hicieron posible, entre las que se encuentran: las reparaciones de guerra impuestas a Alemania tras la Primera Guerra Mundial; el apoyo al nazismo para frenar a la URSS y al comunismo; y el apoyo de magnates de EEUU al III Reich para conseguir parte de los recursos de las colonias, hasta entonces en manos de Reino Unido y Francia.

SOBRE POR QUÉ Y CÓMO EVITAR LA GUERRA

■ La crisis climática se encuentra ya en un punto sin retorno. En este contexto el modelo de seguridad militar se vuelve instrumentalmente responsable del desastre ambiental al asegurar y proteger los combustibles fósiles y los actores depredadores, manteniendo también el statu quo. La descarbonización implica la desmilitarización.
■ El reclutamiento forzado de miles de hombres rusos y ucranianos es una medida profundamente discriminatoria que sitúa a todos los hombres como potenciales combatientes, y a aquellos que quieran contribuir a solucionar el conflicto de otro modo como traidores, no solo a su patria, sino a su género y a sus obligaciones de género. Ello invisibiliza y estigmatiza a aquellos hombres que se niegan a ejercer la guerra, por miedo o por convicción.
■ En 2017 se aprobó en Naciones Unidas un Tratado Internacional de Prohibición de las armas nucleares. Ninguno de los Estados nuclearmente armados se ha adherido. Si queremos conseguir la paz en Europa cuando acabe la guerra de Ucrania será muy conveniente el compromiso con la retirada de las armas nucleares en suelo europeo.
■ El daño más visible de las guerras es el físico, sin embargo, el impacto es brutal también en niveles de salud mental, destrucción cultural y de tejido comunitario como apuntan indicadores de diversos conflictos. Además, en periodos bélicos, se produce un refuerzo de los valores patriarcales y una pérdida de los valores de afiliación por los de confrontación.


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