Artículo en Público: "La COP27 y el desenfoque criminal"
La COP27 ha terminado con mucha más pena que gloria, con la presencia activa de más de 636 lobistas de los grandes intereses del negocio fósil y con más acuerdos comerciales sobre el gas natural que soluciones tangibles para abordar la gravísima crisis planetaria que vamos a padecer.
No vamos bien. Veamos algunos datos. Niklas Hönhe, del New Climate Institute, explica que Europa, en el marco de la guerra de Ucrania, ha entrado “en la fiebre del oro por el gas”, con inversiones desmesuradas en infraestructuras gasistas que bloquearán sus propios objetivos climáticos al ser sólo rentables a largo plazo para los inversores. Tenemos gas fósil para décadas, no dirigimos las inversiones a las renovables locales, y los Gobiernos continúan con los subsidios a la energía fósil. La crisis climática agrava los conflictos mundiales que destruyen vidas con las armas que exportamos (pensemos en guerras olvidadas como la de la región de Tigre en Etiopía, en la que en dos años han muerto hasta medio millón de personas según declaraciones de Linda Thomas-Greenfield). No olvidemos que los países de la OTAN producen y exportan más del 70% del armamento mundial, y que España es el séptimo exportador mundial. Más datos: Estados Unidos, en su Nuclear Posture Review 2022, abandona el enfoque de No Primer Uso y se otorga el derecho a ser el primero en atacar con bombas nucleares. El nuevo concepto estratégico de la OTAN vaticina nuevos conflictos por los recursos energéticos, mientras la OTAN acuerda aumentos en los presupuestos militares, y España no tarda en aceptarlos. Unos aumentos que van a fomentar inestabilidad geopolítica mientras socavan las partidas que necesitamos para afrontar nuestra gran crisis planetaria y existencial. Aumentos que incrementarán substancialmente las emisiones de CO2 (las emisiones militares de la EU-27 en 2019, no sometidas a los acuerdos de París, fueron equivalentes a las de 14 millones de coches).
El mundo va marcha atrás, con el dinero cortoplacista como brújula y con Gobiernos que se han doblegado a las exigencias de los lobbies de los negocios fósil y militar. Algo que no se corresponde con la dura realidad de nuestro siglo, la de los retos globales que no entienden de fronteras y que exigen cooperación y entendimiento a nivel planetario para defender la vida en la Tierra, para evitar nuestra debacle como especie y para proteger tanto la vida de nuestros bisnietos como la de millones de personas en el Sur Global. Con la excepción de las declaraciones e informes de la ONU y de países no desarrollados, los dirigentes mundiales se mueven en base a una visión totalmente desenfocada, belicista y patriarcal de la realidad con actuaciones que, para la mayoría de generaciones actuales y venideras, perfectamente podríamos calificar de ecocidas y criminales.
Y en este contexto, la ministra Margarita Robles declaraba hace pocos días que el antimilitarismo no se corresponde con la realidad del siglo XXI.
Me atrevería a decir que la realidad del presente siglo nos la jugamos esta década, y que el camino no es el belicismo. Descarbonización y desmilitarización son dos caras de la misma moneda porque, además de las emisiones militares, el modelo energético actual se sustenta en soluciones de seguridad nacional militarizada. Tal vez deberíamos hacer caso a personas como Federico Mayor Zaragoza cuando piden soluciones basadas en el multilateralismo, la colaboración a nivel mundial y la refundación de Naciones Unidas, a las de Rebelión Científica cuando exigen actuaciones rápidas para dejar todos los combustibles fósiles bajo tierra, a los más de 1.700 científicos que ya nos advirtieron en 1992, a las personas de la campaña GCOMS del Comité Internacional por la Paz (IPB) y a los científicos y premios Nobel de Peace Dividend que piden reducir urgentemente los presupuestos militares para revertir el dinero a los grandes retos que tenemos como humanidad, a las múltiples ONGs que consiguieron el premio Nobel de la Paz por el tratado de prohibición de las armas nucleares (TPAN), a las voces que llegan y llegarán de la sociedad civil. Porque con ellas, como bien nos recordaban 15.364 científicos en un artículo científico publicado en Bioscience en 2017, podremos forzar a los Gobiernos para que “hagan lo que deben hacer”.
Y en este escenario, España bien podría definir un plan urgente de abandono de todos los combustibles fósiles, firmar el tratado TPAN de prohibición de las armas nucleares, reducir drásticamente la fabricación y exportación de armas y disminuir sus presupuestos militares. Porque no se puede jugar con la vida de las personas. Ni las actuales ni las futuras.